La semana pasó realmente rápido. Además, mamá adelantó el regreso un par de días y finalmente volvió a casa el sábado de madrugada. Yo estaba durmiendo, pero cuando me desperté para comer, fue mamá quien vino a atenderme: fue una sorpresa que no me esperaba y, aunque adormecido aún, me emocioné mucho al volver a verla. En cuanto me cogió de mi cuna, la abracé y le di un beso en la mejilla.
Mamá tuvo un buen viaje: estaba visitando unos proyectos en el Líbano y en Siria para atender a gente discapacitada, la mayoría víctima de las guerras, tan habituales en este lado del mundo. Lo más terrible e impresionante de todo fueron sus historias del sur del Líbano, donde conoció, por ejemplo, a Mohamed,: un niño de 11 años a quien una mina le arrancó una pierna y le dejó la otra medio destruida; a pesar de todo, y además de sus limitaciones económicas, él vive alegre, se mueve con soltura con sus muletas e incluso ayuda a su familia a cuidar el ganado.
Es muy triste saber que hay tanta gente inocente sufriendo; y las cosas parecen todavía más injustas cuando las víctimas son niños. No entiendo cómo puede existir gente tan mala; espero que cuando yo sea mayor los buenos seamos muchos más y más fuertes, y que todos aportemos para que el mundo sea cada día un poquito mejor.
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