Ya he cumplido siete semanas y pico, y ésta última ha sido muy intensa. Desde que el pasado miércoles llegaron mis abuelitos, hemos estado muy entretenidos.
La semana pasada fuimos a cenar a casa de Carolina y Charbel: la cena era comida libanesa, exquisita; mientras yo dormía, comieron todos una barbaridad y mi abuelita incluso se tomó alguna copa de vino de más. Estuvimos muy bien y ahora estamos a la espera de que nazca Nicolas, a quien ya tengo muchas ganas de conocer.
El viernes, mis papás fueron a cenar con Paula y Paul. Por primera vez me dejaban en casa, aunque eso sí, muy bien acompañado y cuidado por mis abuelitos, que se apañan bastante bien después de varias semanas de práctica con mis primos Carol y Santi en Madrid.
El sábado por la tarde, mamá -que ha estado muy activa estos días- fue al shower que habían organizado para Nicolas en casa de sus abuelos. Yo, mientras, estuve en casa con papá y mis abuelos.
Por la mañana habíamos ido a ver a un nuevo pediatra, el doctor MAC, que tiene un consultorio muy bonito en Umm Suqeim: en el centro de la sala hay una pecera grande con muchos peces naranja y de otros colores. Me examinó a fondo y me encontró en muy buen estado: parece que estoy evolucionando perfectamente y entonces ya pesaba casi 5 Kg.
El domingo por la tarde fui con mamá y mis abuelitos de compras. Los pobres no tenían ni idea de cómo armar mi carrito ni de cómo desenganchar la silla del coche... para el próximo que me vaya a llevar de paseo, un aviso: espero que practique antes, para que no me dejen a mi aburrido, esperando.
Y como si no hubiese tenido aún suficiente durante esos días, el lunes fuimos a Abu Dhabi: siendo Ramadán, no hay muchos lugares donde comer durante el día. Mis abuelitos nos invitaron a comer en un exquisito buffet en el Hilton y, antes de regresar a Dubai, yo también quería comer. Los baños eran muy estrechos, así que tuve que cambiarme en la mitad del pasillo en un sofá, eso sí, muy cómodo. De vuelta al coche, esta vez, el torpe fue mi papá, que me sentó en mi silla después de haber estado expuesta al sol durante algo más de una hora. Por supuesto, estaba hirviendo y después de unos pocos minutos empecé a sudar una barbaridad y me tuvieron que quitar de ahí mientras se refrescaba. ¡Ay! papá, papá...
Antes, por la mañana, estuvimos en la Embajada de España -el verdadero motivo del viaje- inscribiendo mi nacimiento en el Registro Civil y solicitando mi pasaporte, que lo necesito pronto para tramitar mi visado de residencia y para poder empezar a viajar por el mundo. Muy divertido fue que, mientras mi abuelita me daba el biberón y mis papás llenaban cantidades de formularios, mi abuelito estaba leyendo en La Codorniz (una vieja revista de humor española) unas caricaturas de hace décadas y encontró una muy oportuna sobre la eficiencia de un funcionario en la oficina de pasaportes. Lo hemos comprobado: treinta o cuarenta años después, España sigue siendo así...
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