Durante estas últimas semanas, papá ha tenido que pasar bastante tiempo fuera por viajes de trabajo. Primero estuvo en Jordania, Líbano y Siria. Fue casi toda una semana y me he dado cuenta de que lo echo de menos cuando no está. De algún modo, le preguntaba a mamá por él; y cuando llamaba por teléfono yo me emocionaba mucho al oír su voz.
Esta semana ha estado un par de días en Teherán. Regresó ayer y cuenta que es un sitio muy interesante, con gente muy amable y cordial, pero que vive con muchísimas limitaciones y restricciones, tanto por el propio régimen que sufren como por el embargo al que están sometidos: por ejemplo, igual que en Siria, no funciona Internet -ni siquiera el correo- en el móvil; y en Irán, además, es prácticamente imposible pagar con tarjeta de crédito.
Mientras tanto, en casa, hemos estado haciendo algunos cambios: con Carolina, mamá puso un papel decorando la habitación de invitados, que tiene dibujados los mismos muñecos que mis sábanas. Papá después colgó en la pared unas figuras de madera con los mismos muñecos.
Y en el salón, una vez más, lo hemos movido todo para volver a instalar allí el televisor. Lo hemos sacado del cuarto de invitados, donde ahora hay un gran espacio vacío. Me pregunto qué querrán hacer mis papás ahí...
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